La familia de Charles Darwin
La utilidad de pensar
Por Esperanza Rubio Cabello
Para
comenzar, ¿A qué nos referimos exactamente con “utilidad”? Si lo pensamos
objetivamente, ese concepto varía según la situación y la capacidad o el objeto del que estemos hablando. Por
ejemplo, un balón nos resulta inútil si queremos escribir sobre papel, pero
sería imposible practicar fútbol o baloncesto con un bolígrafo o un lápiz.
En esta
disertación, al hablar sobre la utilidad de pensar, nos referiremos a la
“utilidad” que tiene para el ser humano, o sea, cómo puede emplearse para
mejorar nuestra vida en cualquiera de sus múltiples aspectos.
Es de
lógica creer que los humanos han pensado desde que han tenido la potestad de
hacerlo, ya que es una capacidad innata en nosotros, como la curiosidad o el
análisis en cualquiera de sus formas. Aunque, al igual que para el humano es
natural el pensar, también está en nosotros siempre la tentación de dejarnos
llevar por el instinto y, por tanto, de no pensar.
En mi opinión, creo que la posición ideal que deben tomar
los seres humanos acerca de esto se acerca más al uso del pensamiento antes que
a depender de los sentimientos. Esta cuestión no es tan sencilla como
parece y una célebre anécdota sobre Charles Darwinnos servirá para reflexionar
al respecto: “Darwin tenía una mente tan analítica que
incluso llegó a plantearse el amor como una cuestión científica. En 1838, dos
años después de haber regresado a Inglaterra tras su épico viaje a bordo del
Beagle, durante el cual realizó las observaciones que le permitirían sentar las
bases de la teoría de la evolución, Darwin se planteó qué hacer con su vida:
¿buscaba una mujer y se casaba? ¿O mejor se consagraba a la investigación
científica? Entonces este naturalista tenía 28 años y para tomar una decisión
cogió una hoja de papel que todavía se conserva, trazó dos columnas y en la de
la izquierda escribió la palabra "casarse" y anotó todos los
argumentos que se le ocurrieron a favor del matrimonio. En la de la derecha,
listó todas las ventajas de la soltería.
Las razones que el padre de la evolución arguyó eran
curiosas. Por ejemplo, para desestimar casarse apuntó cosas como "quizás
discutir", "menos tiempo para conversar con hombres
inteligentes", "tener que hablar con la familia de ella",
"no poder leer por las tardes" o "menos dinero para
libros". Y a favor, "hijos" o "compañía constante y amistad
en la vejez". Tras revisar la lista, acabó concluyendo que si bien una
boda supondría "cosas buenas para la salud de uno", era también
"una pérdida terrible de tiempo". Así es que decidió que lo mejor
sería... comprarse un perro.
Sin embargo, lo que no podía sospechar Darwin era que poco
le iba a durar aquel convencimiento. Semanas después su cerebro le jugaría una
mala pasada. Al cruzarse, quizás por suerte, quizás por poca suerte, con Emma
Wedgewood, Darwin se enamoró perdidamente, a pesar de haber decidido
concienzudamente que el matrimonio no iba con él. Emma se convirtió en el gran
amor de su vida y con ella tuvo nada menos que 10 hijos. Al cabo de los años,
incluso escribió un libro en el que trató de explicar con ojos de científico
tal misterio, el misterio del amor
Lo que Darwin no sabía es que su cerebro tomaba decisiones
por él sin que él pudiera remediarlo. La frialdad con la que Darwin colocó los
argumentos en una balanza era más superficial que real. Y es que las
decisiones no se rigen exclusivamente
por las leyes de la razón y la lógica. Muchas, la mayoría, son intuiciones que,
sorprendentemente, se toman desde la subjetividad”.
Exacto: buena parte de nuestras decisiones por mucho que
pensemos que son fruto de valoraciones concienzudas son en realidad intuiciones
irracionales. De hecho, todo acto consciente, por paradójico que nos resulte,
es, en verdad, inconsciente. Aunque raramente se las asocia con nuestra
inteligencia, las intuiciones son atajos del cerebro para tomar decisiones
rápidas. Se basan en capacidades evolucionadas a lo largo de miles de años y
están detrás de la mayoría de nuestras elecciones.
Esto demuestra que, aun cuando creemos estar haciendo uso de
la razón, en realidad estamos haciendo uso de datos que creemos no conocer,
pero que se guardan en nuestro inconsciente.
Así que, aunque los sentimientos controlen en gran medida
nuestra vida, la evolución nos ha dado la capacidad de pensar y reflexionar, y
de ella depende nuestra supervivencia, ya que es la propia evolución la que
hizo débiles nuestros cuerpos e imaginativas nuestras mentes.
Por tanto, considero que el pensamiento es totalmente
necesario para desarrollarnos como seres humanos diferentes del resto de los
seres vivos que nos rodean, ya que, sin él, no podríamos sobrevivir, y todas
las culturas que existen y han existido no habrían podido nacer sin él. En
resumen, no seríamos humanos.
El artículo demuestra que hay también jóvenes que utilizan la capacidad de pensar para conducirse por la vida. Orgullosos de nuestra nieta.
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