Mi querido destino
1
Hola, mi nombre es Cristina, tengo catorce
años y vivo en un pueblo de Galicia. Hoy hace frío, es otoño, el viento entra
por la chimenea creando un sonido terrorífico. Vivo en la casa de mis abuelos
desde hace dos años, desde aquel accidente. En un par de días será Halloween, no tengo muchas ganas de que
llegue pero ya he decidido aceptar lo
ocurrido con mi madre. Aunque mis amigos me pidan todos los años que salga con
ellos, yo me niego. No pienso usar a los muertos para pedir caramelos, me
parece una falta de respeto aunque no siempre haya sido así. Desde el accidente
yo he cambiado, no soy la misma: bajé las notas del instituto, me quedé más
delgada y quería estar sola, a oscuras, sin poder ver a lo que el destino me
había condenado. En ese momento llamaron al timbre.
2
Estaba en la calle, de camino al trabajo. Hoy
es día veinticuatro de octubre de 1993. Tengo prisa, cuando llego tarde mi jefe
me regaña. El trabajo está a 10 minutos andando de mi casa. Esta vez tenía
prisa y decidí coger un taxi. Llegué al trabajo y me metí en mi oficina en
donde había una mesa con una pila de documentos encima. Empecé a trabajar y sin
darme cuenta despejé la mitad de los documentos. Media hora más tarde terminé
el trabajo antes de lo esperado aunque muy cansada. Al volver, solía irme con
una compañera llamada Isabel, era muy simpática y nos ayudábamos mucho. Como me
sobraban diez minutos decidí ordenar mi escritorio y comprobar los mensajes en
mi móvil.
3
Voy a ver quién es. Juan, él es el único que me ha dado fuerzas
para seguir adelante y afrontar la realidad. Juan me propone hacer unos trajes
de Halloween. Me lo pienso unos
segundos y le digo que sí, no porque estuviese de acuerdo con la fiesta si no
porque tenía miedo de que él también me dejara como todos los demás. Él se va y
decido ver la tele durante un rato.
4
Isabel llama a mi oficina y le abro la puerta.
Nos vamos juntas hasta el coche mientras hablamos sobre cómo nos ha ido el día.
Va conduciendo demasiado rápido pero no le digo nada, encima de que me hace el
favor de llevarme hasta mi casa, no le voy a recriminar el exceso de velocidad.
El semáforo se pone en rojo. Isabel da una frenada en seco, por poco me como el
cristal, pero no le digo nada. En ese momento viene un coche a toda velocidad y
choca contra nosotras.
5
Hoy en clase de Lengua nos han dicho que
hagamos una enumeración de nuestros miedos para hacer el mural de Halloween, todo el mundo dijo: a los vampiros, los
payasos, los monstruos, pero a mí no me asustaba nada de eso porque no me han
hecho nada; sin embargo, yo tenía miedo a la soledad y sobre todo, a no poder
cambiar el destino.
6
Abro los ojos sin saber dónde estoy, un lugar
blanco, como una nube. Es raro, porque no me acuerdo de nada de lo ocurrido.
Tengo ropa y un bolso. Miro en el bolso y encuentro una cartera con un carnet
de identidad. Soy yo, Marta Rodríguez, nací en el 1949. Al lado de todos los
carnets hay una foto de una niña pequeña. De repente recuerdo todo lo ocurrido
y se me salta una lágrima que cae con delicadeza en el suelo blanco. Tenía un
presentimiento de dónde estaba.
7
Llaman al timbre de nuevo. Me levanto y abro
ya que mis abuelos están fuera. No hay nadie, me parece raro pero pienso que
son niños haciendo ´´Manita Negra``. Es un juego muy típico en mi pueblo, los
niños llaman a las casas y luego salen
corriendo. Vuelvo a cerrar la puerta y siento haber hecho algo mal, como si
tuviera o debiera abrir la puerta de nuevo. Pero no lo hago, sé que solo es un
presentimiento, así que sigo viendo la tele y luego me pongo a leer. Puede que
me llaméis loca, pero ahora mismo es el día en el que tengo más miedo de mi
vida, no porque un payaso pueda matarme, sino porque he podido cometer un gran
fallo sin darme cuenta.
8
Después de investigar la zona un montón, caigo
en picado hacia abajo. Caigo en el mismo lugar en el que ocurrió el accidente e
intento volver a casa con miedo a no ser lo que era. Llego a mi casa y no hay
nadie. Pienso durante un instante dónde puede estar mi hija. ¡En la casa de mis
padres! Voy volando como un fantasma. Cuando llego llamo a la puerta. Es mi
hija, alta, guapa, rubia, aunque con un gesto triste en su cara. Me cierra en
mis narices y es en ese momento en el que me doy cuenta de que soy un simple fantasma.
9
Hoy es la noche de Halloween y como decía Juan, hemos hecho unos disfraces de
vampiros. Vamos muy guapos los dos y la madre de Juan nos ha maquillado de una
manera que parecemos auténticos. Aprovechando que era el día de Halloween decido ir al cementerio a ver
a mi madre. Voy, me arranco una rosa roja del vestido y la pongo en el suelo a
su lado. De repente, un suspiro me llega a los oídos, es como un leve sollozo
que estalla a gritos en mi corazón. Sabía que solo era mi imaginación pero
tenía una esperanza que se desvaneció cuando Juan me llamó desde el otro lado
de la calle.
10
No sabía qué hacer, no tenía adónde ir,
todavía me costaba asimilar que estuviese muerta y que mi hija no tuviese
madre. En ese momento rompí a llorar. Cuando estaba allí arriba sabía por lo
que era pero tenía esperanzas de que aunque mi alma estuviese arriba, mi cuerpo
siguiera abajo con ella. Al no saber qué hacer decidí ir a ver mi tumba en el
cementerio. No podía sentir, pero sabía qué hacía frío y humedad, y eso me entristecía
más. Decido dormir, tengo un sueño que me mata.
Al despertar miro el móvil y es el día de Halloween. Decido observar a mi hija
todo lo que no la he observado en mi vida. Veo que aunque no esté muy feliz, no
está mal. Cuando es de noche, una gran tentación me anima a ir a la luz, es
como si fuera un mosquito. Al no poder aguantar más, cedo y acudo a la luz de
una casa desconocida. La luz me da todo el placer que podría haber soñado pero
no por mucho tiempo.
11
Llevo doce años encerrado en una nube. Cada
dos años bajo al mundo de los vivos para celebrar Halloween. Ya me tengo el
terreno más que conocido. El único problema es que cada vez que bajo reaparezco en el hospital muy a las afueras
de mi casa. Cada año he ido aprendiendo a no abusar de la luz. Cada año iba a
la casa de mi familia y los observaba. Pero ya no…Al no haber nadie en la casa
me temo lo peor y decido buscar por el pueblo, y allí estaba, guapa, rubia,
alta,…como nunca me habría imaginado a mi propia hija. La sigo a todos lados y
veo que entra en el cementerio. Me pongo a su lado y lloro, la mujer que amo y
he amado durante toda mi vida, ya no está, mi hija está sola.
12
Intento despegarme de la luz, quiero estar con
mi hija. Me cuesta, pero tras largos y costosos intentos me consigo despegar de
la luz. Voy a verla, está acompañada de un individuo que no reconozco desde
lejos. Mientras más me acerco, más
conocido me parece. Me mira y le miro, es como si un silencio hubiese parado
nuestros corazones muertos, como si hubiesen empezado a latir pero a la vez a
pararse. Era una sensación nueva para mí. Le abrazo apasionadamente y llora de
alegría. Nos quedamos minutos abrazados sin decir nada, no sabemos qué
decirnos. Cuando miro para abajo, me doy cuenta de que mi hija está en el
suelo, un niño la está llamando desde el otro lado de la calle y ella está
desconcertada. Cojo de la mano a David y abrazo a Cristina, él también lo hace.
Creamos una burbuja de amor familiar que por muchos mundos que nos separen no
se romperá nunca.
Fin