Queremos
comenzar este pequeño discurso con unas sabias palabras del filósofo
Aristóteles. La cita dice así: “Las raíces de la enseñanza son amargas, sin
embargo, sus frutos son dulces”.
Muy lejos
quedan ya esos días en los que llegamos siendo unos niños, temerosos y
entusiasmados por afrontar una nueva etapa. Aunque algunos no hemos cursado
aquí la ESO, desde el principio, cuando iniciamos primero de bachillerato, nos
sentimos tan a gusto como si hubiésemos llevado toda la vida. Veíamos tan lejos
este día que casi parecía imposible que llegara. Aquí se halla nuestra
recompensa después de un duro trabajo, y sobre todo se refleja nuestra
constancia y esfuerzo, y eso es lo que nos hace grandes hoy.
Cabe
mencionar que en todo este proceso hemos sido acompañados por unas personas que
han invertido sus horas, su energía y sus conocimientos en formar jóvenes que
sean competentes en el futuro. Muchas están hoy aquí y, en lo referente a las
que no están, les agradecemos igualmente el tiempo que nos han dedicado. No
solo nos referimos a los familiares, sino también a aquellos profesores y
profesoras que se han volcado plenamente en nuestro aprendizaje. En cada clase
era evidente su pasión por enseñarnos y su preocupación por cada alumna y
alumno. A todas y a todos, os queremos dar las gracias por la infinidad de
cosas que hemos aprendido a vuestro lado; desde los conceptos científicos más
abstractos hasta la reflexión discursiva más profunda. Y cómo no dar las
gracias a nuestra tutora, Ofelia, quien se ha volcado en nosotros para hacernos
mejores alumnos y también mejores personas. Recordaremos siempre la paciencia
que cada uno y cada una han demostrado día a día.
En
general, queremos expresar nuestro reconocimiento hacia el trabajo de todo el
personal docente y no docente del Centro. También agradecemos el cariño y
dedicación incondicional de nuestros queridos padres, madres y familiares.
Nos
gustaría acabar diciendo que con lo que nosotros nos quedamos hoy no está
escrito en ninguna parte. Ese compañerismo que nos caracteriza, las risas, los
agobios e incluso los llantos. Por dar sentido a lo que significa ser una
clase, y a día de hoy una familia, y hacer este camino un tanto más fácil. Cada
uno somos una pequeña parte de los demás, y separarnos no significa olvidar lo
vivido y compartido en estos intensos años. Seguiremos creciendo allá donde vayamos,
pero teniendo esto presente siempre en un huequito del corazón. Cada uno tomará
un camino distinto, pero ojalá estos caminos vuelvan a cruzarse en un futuro no
muy lejano. Nuestros recuerdos, tropiezos y alegrías están ya en la maleta del
nuevo viaje que ya, en este justo momento, comenzamos.
Un abrazo, y hasta siempre.
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